miércoles, 14 de marzo de 2012

Poesía sobrante


España sigue teniendo un problema. Se produce un fenómeno aquí que no ocurre en ninguna otra parte del mundo que yo sepa. Se suelen crear versiones castizas de músicos y escritores para el consumo interno. Ciertamente, aquí tenemos "el Proust español", un señor que no interesa en absoluto en la patria del Proust de "pata negra"; tenemos los Beatles españoles, unos señores que, por supuesto redundan en el Reino Unido, tenemos el Byron español, el Dylan español. Incluso en la sacrosanta movida madrileña, la mayoría de los grupos era estampas domésticas de grupos británicos: Alaska y los Pegamoides de New Order (por cierto, el nombre Pegamoides procede de una calle de Londres, "Pegamoid Road"). Los cachorritos de la oligarquía madrileña se iban de vacaciones al mundo moderno y luego nos vendían el shopping que habían hecho allá en los mercadillos de barrio. Los pobres, como además de pobres somos tontos, nos lo tragábamos todo, por supuesto. En fin, en España hay una tendencia secular a escribir y componer para el mercado interno, básicamente por el hecho de que nunca podrá interesar en el exterior el hurto descafeinado de sus propios artistas perpetrado desde aquí abajo. Hay un método para saber si un escritor español es bueno o no. Cuenten las ediciones extranjeras de sus libros. Si pasan de cinco, merece la pena leerlo. Si no, a la basura. En esta tesitura, el único mérito de la poesia 2.0 es haber importado, con 60 años de retraso, lo que ya se hacía en el Village ya en los años 40 del siglo XX, como mínimo. Todo eso de la perfopoesía y el spoken word. No tengo nada contra ellos. Tengo a muchos de esos poetas americanos como una cumbre de la poesía. Lo que no alcanzo a entender es qué sentido tiene traducir una fórmula sin aportar nada nuevo. Al final lo que importa es si uno es bueno o malo, nada más. Desgraciadamente la mayoría de todos estos epígonos son hijos que no hacen más que cubrir de verguenza a sus pretendidos padres. Además, las razones de America para decir la poesia de esa manera no son la mayoria de las veces entendidas. Decir la poesia en un escenario de una sala de conciertos, con luces violentas y horribles y haciendo gestos de rapero no es algo que uno pueda relacionar con la gran poesia cabaretera europea y americana. No sé  porqué piensan que están salvando algo trayendo la poesia a un recodo más freak. En mi opinión lo que hacen es cubrirla de infamia. Afortunadamente la poesía tiene el poder de desacerse de todos ellos con un pestañeo. Plas!

Para injuriar a la balleza hace falta ser Rimbaud. No creo que sea el caso.



Lo de aquí arriba sí que ha creado polémica. La oligarquía es ignorante, pero le resbala. No se la puede atacar por ahí. Al menos la oligarquía francesa es cínica, por lo que no deja de decir cosas interesantes (¿qué aristócrata español se puede comparar con Sade?). Aquí tenéis a sus cachorritos diciendo sandeces (incluída alguna sobrina política de aquél que cantaba aquello de "el abuelo fue picador"). Ya sabéis quienes son los mejores clientes de esta marca: el Estado, por supuesto. Regalos para cargos públicos pagados con dinero público. Es un documento impagable que analizaremos uno de estos días. Es la modernidad española, señores. Oligarquía madrileña en estado puro.

Y no digas que el Premio Loewe de Poesía no tiene ganadores ilustres.

viernes, 17 de febrero de 2012

El círculo vicioso



Los prestamistas internacionales no se fían del Estado español a pesar de que la deuda pública española es de las menores de los países desarrollados (60% del PIB). ¿Por qué? Por culpa de la deuda del sector privado (240% del PIB). Esta descomunal deuda privada implica que las perspectivas de ingresos del Estado son muy negativas (mucho más que las de otros Estados cuya deuda pública es mayor, pero cuyo sector privado está relativamente saneado: Alemania, Reino Unido, USA), por lo que los prestamistas exigen mayores garantías, tipos de interés más altos. Las empresas españolas están estranguladas financieramente, el ritmo del cierre de negocios y el del paro han aumentado vertiginosamente en los últimos tres años. Cada empresa que cierra y cada nuevo parado son ingresos que pierde el Estado (Impuesto de sociedades, IRPF, Seguridad Social) a la par que nuevos gastos (prestación por desempleo). A esto se añade un problema que supone el núcleo del verdadero círculo vicioso en el que estamos metidos. Cada empresa cerrada y cada trabajador en la calle suponen también menos consumo, es decir, más estrés para las empresas que todavía resisten en un vilo a ser engullidas por la vorágine. A medida que el proceso avanza, lo más lógico es que la destrucción del empleo y el cierre de empresas se vaya acelerando ya que se trata de una bola de nieve, las empresas de dependen unas de otras en cuanto consumo de suministros. Si tenemos cinco empresas que son clientes entre sí y una quiebra, las cuatro restantes tendrán menos ingresos, si quiebra la segunda, la situación se hará más tensa. La quiebra de la tercera puede arrastrar a las otras dos o, cuando menos, convertirlas en empresas zombi. El Estado cada vez ingresa menos y gasta más. ¿Quién tiene la culpa del la asfixia financiera del sector privado? La burbuja inmobiliaria.

La paradoja de la burbuja inmobiliaria. En 1996 el país estaba empezando a salir de una profunda crisis económica con un pico de desempleo en 1994 de cuatro millones de parados. Pero era un momento muy especial: la Unión Económica y Monetaria estaba a la vuelta de la esquina. Había que cumplir los criterios de Maastritch. Había que sanear las cuentas públicas, 3% de déficit y 60% de deuda pública. Algo que iba a ser muy difícil con semejante cantidad de parados, era necesario poner a esa gente a trabajar, a pagar Seguridad Social e IRPF, había que hacer lo mismo con las empresas. De propina, era necesario deshacerse de las empresas públicas, aunque fueran las joyas de la corona, para hacer caja (Telefónica, etc.), aunque fuera por mucho menos de su valor real. ¿Qué hacer? Era ilusorio esperar el curso normal de la recuperación, había prisa, había que estar en la Europa de primera velocidad. Es el momento en el que Aznar y Rato alumbran una excelente idea. Liberalizar suelo público y usar la banca pública para financiar un macro proyecto nacional de urbanización; poner a todo cristo a trabajar en la construcción: individuos, empresas, bancos ... Todos los huevos en la misma cesta. Los insignes liberales idearon un Plan Quinquenal digno del propio Stalin. Los criterios se cumplieron. El camino a la champions league de la economía mundial estaba allanado. Pasaron los pperos y llegaron los sociatas ... y lo dieron por bueno. Récord de empleo, récord de beneficio, las inmobiliarias animaban el cotarro en el Ibex; récord de despilfarro público. Un aeropuerto en cada provincia. Pero un día la burbuja se pinchó. ¿Y qué pasó? Paso que no había alternativa, no había plan “b”. El modelo productivo era el ladrillo. La negligencia político-empresarial pospuso décadas los cimientos de un modelo económico más abierto, más diversificado (gracias al cual nuestros vecinos europeos no tienen problemas para recibir préstamos aunque tengan un 200% de deuda pública.) El ladrillo se esfumó y su impacto en la economía era tan bestial que nos vimos con tres millones y medio de parados nuevos en tres años, miles de empresas cerradas, las que quedan están asfixiadas financieramente y el Estado con serios problemas de financiación. Y el verdadero problema: el proceso sigue, y sigue, y sigue. ¿Cómo pararlo? Hasta ahora, la receta impuesta por Europa, recorte de gasto público y flexibilización laboral, lo único que han conseguido es echar más leña al fuego, puesto que a medio plazo incide negativamente en lo único que puede dar un balón de oxígeno a las miles de empresas en trance de entrar en la zona zombi: el consumo. Efectivamente, en el momento presente las empresas no contratan porque venden menos y venden menos porque no se consume. Las facilidades para despedir sólo servirán para deshacerse de manera más barata del personal excedente.

Las soluciones. Habría dos maneras de intentar cortar el círculo vicioso. La primera es la que se está practicando. Se trata de acelerar el proceso. Seguir recortando y flexibilizando hasta que se toque fondo. Tendríamos por delante unos veinte años de depresión hasta que se empezará a ver la luz al final del túnel. Las consecuencias negativas son severas para la clase trabajadora: salarios más bajos, precariedad, menos protección social. La clase media podría sufrir un impacto brutal. Empobrecimiento generalizado. Apertura dramática de la brecha entre ricos y pobres. Básicamente los efectos ya conocidos en aquellas regiones del globo donde se han aplicado las políticas del FMI: América Latina, Asia, Este de Europa, Rusia ... A todo esto hay que añadir un peligro coyuntural no menor. Si se produce la quiebra de Grecia, que muchos dan por hecho, y el desastre se contagia al resto de la Europa mediterránea podemos esperar cualquier cosa. Un suicidio. En ello estamos. 

La segunda solución es la keynesiana, que vienen reclamando figuras como Krugman. Básicamente se trata de poner en marcha un New Deal. Poner a todo cristo en nómina del Estado. Un macro plan de empleo público en el que todo el mundo desempeñe una tarea útil en favor de la comunidad y tenga un salario que permita estimular el consumo y que a la larga posibilite un alza en los ingresos del Estado. La ventaja es que el esfuerzo sería más justo y equitativamente repartido. Además otra ventaja importante es que si estuviésemos, como algunos ya sospechamos, dentro el círculo vicioso de sequía financiera, destrucción de tejido productivo, destrucción de empleo y hundimiento del consumo, este modelo sería, en rigor, la única forma de cortarlo, mientras que el liberal sólo conseguiría acelerarlo. 

Entre tanto, mucha gente se pregunta, dentro y fuera de España, porqué no hay una revolución. Si hubiera que apostar situaría en un 30 por ciento de desempleo el punto de no retorno. Algo que con la nueva reforma laboral aprobada hace unos meses podríamos alcanzar a principios de 2013 (en el primer trimestre de 2009 se destruyeron 800.000 empleos. En un sólo trimestre!).

Que Dios reparta suerte.


sábado, 2 de julio de 2011

El discurso histórico de la ultraderecha, 1. La estrategia

No diré que la derecha española tiene un complejo porque no me gusta usar esos términos psicoanalíticos. La experiencia relata que ellos sólo ganan las elecciones cuando el PSOE esta muy desgastado. Pasó en los años de la crispación, cuando Felipe, debido a la corrupción generalizada, y pasará previsiblemente el año que viene, si Rubalcaba no declara antes elestado de excepción, debido a la nefasta gestión de la peor crisis económica que se recuerda (crisis que ha pasado a ser social y que se encuentra en estos momentos en trance de convertirse en política). A pesar de los escándalos mayúsculos, Felipe volvió a ganar las elecciones en el año 1993. El PP dilapidó en tres días una mayoría absoluta en 2004 por culpa de la absurda actitud que les llevó a mentir descaradamente acerca de los atentados del 11 de marzo en Madrid. La derecha tiene un problema con su discurso: no es rentable electoralmente (no especularemos aquí diciendo el que electorado español es mayoritariamente de izquierdas, esa clase de magia negra se la dejamos a los sociólogos). El caso es que la derecha necesita moderar su discurso para ganarse la parte del electorado que le permite tener mayorías parlamentarias. Al menos hasta hoy. En los últimos años algo parece haber cambiado. Un nuevo discurso de ultraderecha ha surgido en tres ámbitos concatenados: la sociedad civil, la prensa y la historia. Arropadas por la más dura ortodoxia de la Iglesia católica (esto es, la Conferencia Episcopal española con el Primado de España a la cabeza), una serie de organizaciones católicas han plantado cara a la política laicista del gobierno mediante manifestaciones millonarias en Madrid. Por otro lado, una cantidad de medios de información (radios, televisiones, prensa impresa y prensa digital) han surgido últimamente como la sombra ultra de la prensa tradicional de derechas. Estos medios parecen ofrecer al público el mensaje sin autocensuras. Finalmente, en los alrededores de esa nueva esfera mediática de la ultraderecha se está confeccionando un discurso histórico que aspira a re-escribir la historia tradicionalmente aceptada (de sesgo izquierdista) que ha venido ofreciendo el relato oficial de la II República, Guerra Civil y Régimen franquista. Según el paradigma izquierdista, el movimiento republicano español aspira a la democratización y modernización del país en confrontación con las resistencias oligárquicas, absolutistas y tradicionalistas. Para la derecha es la izquierda la responsable de la conflictividad social, conflictividad que boicotea el afán reformador de las fuerzas conservadoras o derecha moderada. Ambas posturas no se limitan a establecer diferencias entre derecha e izquierda, sino que parten de perspectivas diferentes. La primera tiene la ventaja de ser historicista y de tener en cuenta la distancia histórica y genealógica en sus juicios. La segunda es ahistórica y asimila tipos y conceptos del panorama contemporáneo español. Por ejemplo, identificar la derecha de la Restauración con la derecha actual. La reglas del juego, de haber existido tal cosa entonces, son homologables a las de hoy. Digamos que la primera se basa, aunque sea implícitamente, en el poder civil; mientras que la segunda, discurso del poder civil, lo ignora y se limita al análisis de mecanismos e instituciones formales, como el Parlamento o los partidos, propiciando esto último su falta de perspectiva histórica y una imagen de la historia que se agota en las peripecias de los grupos políticos, ya sea fuera o dentro de las instituciones. Esta nueva historia derechista se resume en tres ideas básicas:

1. La II República no fue más que el instrumento de la izquierda para implantar un régimen comunista de corte soviético.

2. El levantamiento no fue más que la reacción defensiva de la España conservadora.

3. El régimen franquista, que no fue tan fiero como la propaganda izquierdista lo pintó, trajo la modernización y finalmente democracia en 1975.

Digamos que todo este triple discurso nos revela a una derecha que ya no desea ocultarse tras un discurso sociológicamente aceptable. Una derecha que se aleja de eufemismos electoralmente rentables y enarbola su catolicismo, su antinacionalismo, su conservadurismo extremo en lo que a costumbres se refiere, su monarquismo y un paradójico liberalismo y fiero antisocialismo en el aspecto económico. La pregunta a responder sería: qué ha determinado este retorno del pensamiento español más conservador, esta radicalización? Es realmente un retorno? Cuesta creerlo. Si este discurso es producido en el seno de los restos de la vieja oligarquía tiene que ver con la percepción de algún tipo de nueva amenaza a sus históricos privilegios? Por qué considera como su principal asidero una constitución socialista y descentralizadora que en su día rechazó de forma enérgica? (Y como toda Constitución integrada en un sistema en el que gobierna el hecho, letra muerta). Tal vez porque esta constitución es el instrumento principal, con su formalismo, que permitió revalidar en democracia aquellos privilegios?

La oligarquía que perdió el poder político durante la Transición pero no el poder civil.

Los historiadores de la ultraderecha tienen razón al menos en un aspecto del tercer punto: el régimen de la monarquía constitucional se preparó en el seno de la dictadura. Con el Rey como árbitro, vencedores y perdedores de la guerra acordaron una constitución. Los procuradores de las cortes franquistas dirigidos por Adolfo Suárez ejecutaron la disolución del régimen. Fascistas y anarquistas quedaron fuera del juego por razones diversas. El partido socialista fue el gran vencedor a largo plazo del pacto. La derecha quedó reducida tras las primeras elecciones de junio 1977 al 8%, por detrás incluso del partido comunista. En las elecciones de 1979 los resultados fueron aún peores: el 6%. Hasta que no consiguió fagocitar por completo el espíritu del centrismo no fue un rival serio para el socialismo, para lo cual hubo que esperar hasta 1996. Lo consiguió con un discurso moderado, se hablaba del centro-derecha. El primer gobierno de Aznar fue el de la convergencia con Europa y la paz social. El discurso radical de derechas quedó prácticamente reducido al falangismo extra-parlamentario. Las facciones ultra de Alianza Popular callaron. Ahora ese discurso ha ido adquiriendo volumen de nuevo hasta el punto de que nunca en democracia ha sido tan poderoso. Su jefa de facto, la condesa consorte de Murillo, una figura política clave procedente de la aristocracia, es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Además, tanto ella como la mayoría de los periodistas, historiadores, opinadores, etc., adscritos a este nuevo despertar del radicalismo de derechas se confiesan, vaya por dios, liberales.

Es éste el discurso que siempre ha querido sacudirse la derecha con aspiraciones parlamentarias y que sin embargo ahora es admitido por una parte del Partido Popular en una especie de autoafirmación orgullosa del ser de derechas. En este contexto veo el surgimiento de la nueva historia. Frente a una historia contemporánea de España elaborada por historiadores afines en mayor o en menor medida al PSOE desde los tiempos previos a la transición hasta nuestros días, que ha venido retratando a toda la derecha sin excepción como totalitaria in nuce, heredera del franquismo por un lado y de la España del caciquismo y la oligarquía por otro, la nueva historia de ultraderecha viene a decir: “De acuerdo, el PSOE también tiene un pasado.” De partido que encarna la democracia, los valores humanos, la honradez y el progreso (los célebres cien años de honradez), a organización marxista que de la mano de Largo Caballero no cejará hasta traer la revolución bolchevique sin parar mientes en la subversión del orden constitucional. Ésta es básicamente la idea. Sin embargo, éste discurso que cumple su papel estratégico en el contexto mencionado, se presenta sin embargo (o aspira al menos a ello) como la verdad documental que viene a sustituir 50 años de propaganda historiográfica de izquierdas. Es en este punto donde muestra sus fatales debilidades. Así, esta historia se presenta elaborada por personajes de pasado oscuro, de formación academica dudosa o nula, contestada por el establishment de la historia académica, pero con un notable éxito comercial.

Tomemos el caso de Pío Moa. Sus libros contiene errores, sea. Tales errores son de variada naturaleza, pero hay uno capital que además no sólo comete él, sino también sus críticos. Se trata de creer que un documento puede zanjar una disputa histórica. Se trata de confundir hechos históricos con lo que en realidad es un discurso histórico1 y se trata, por último, de estar convencido de que al discurso histórico se puede aplicar la categoría de verdad, cuando lo que de hecho se hace es elaborar, fundar una estrategia.2 Hay detalles que, en su caso, me hacen pensar que más que mala fe o cinismo, su defecto es una cierta ingenuidad. Esta ingenuidad se manifiesta en su incapacidad de pensar históricamente (es un defecto, por cierto, del que adolecen no pocos de los que se llaman liberales). Toda su argumentación se funda en trasponer el paisaje democrático contemporáneo a la época objeto de sus comentarios. De esa forma puede afirmar que la práctica política de la izquierda revolucionaria durante la II República tenía como objetivo destruir la “democracia”, tarea que el momento de levantarse Franco ya se encontraba cumplida. Sin embargo, una de las pocas verdades históricas defendibles acerca de la historia de la España contemporánea es aquella que afirma que en este país, y de facto, nunca ha habido democracia como tal hasta 1977. El proyecto republicano supuso un breve paréntesis de democracia formal. Antes de aquello, el país está sumido el régimen clientelar cuya radiografía realizó Costa en Oligarquía y caciquismo. Es precisamente este sistema el objetivo del ataque de las izquierdas (no se pretende afirmar con esto que sus métodos fueses democráticos y antiviolentos), y no una pretendida democracia que de facto no existía. Curiosamente, el libro de Costa, escrito hace un siglo, se erige en clave del error fundamental de Moa. Todo su edifico se funda en la ilusión de una democracia que no fue más que un breve fantasma en tiempos republicanos y un esperpento formal que ocultaba las viejas formas de dominación señoriales durante la Restauración, extremo este último reconocido por sus propios protagonistas.

1 Un discurso histórico es un relato destinado estratégicamente a un determinado fin político. Lo que se entiende por un uso político de la historia. En este sentido no negamos que el relato vigente no sea también un discurso estratégico. Foucault analiza en Genealogía del racismo estas prácticas atribuyendo su invención a la aristocracia decandente del siglo XVII. El fallo tanto de la derecha como de la izquierda es presentar este tipo de relatos, en sí legítimos, porqué no, como la Verdad histórica. Por tanto el debate acerca de las fuentes y la metodología es manifiestamente falso y no hace más que traer oscuridad al asunto. El único debate pertinente sería el epistemológico y mucho me temo que ni Moa ni Preston estén en condiciones de llevarlo a cabo.

2Hablando de Auschwitz, Giorgio Agamben señala la dificultad de comprender una situación histórica que tan profundamente documentada ha sido, sin embargo; los hechos no otorgan en sí una justificación a la ética o la política, siempre hace falta algo más. Escribe Agamben: “La aporía de Auschwitz es, en rigor, la misma aporía del conocimiento histórico: la no coincidencia entre hechos y verdad, entre comprobación y comprensión.” Los justificaciones morales no pueden sostenerse en una imposible verdad histórica fundada en la quimera que supone el “hecho histórico”. No hay por tanto discurso alguno que pueda fundarse en esa verdad; es, sin embargo, el discurso histórico servido por una determinada estrategia el único que puede presentar una ética histórica, el único capaz de comprender un devenir histórico. Y Foucault añade, también en Genealogía del racismo: “Lo que distingue la historia de las ciencias de la genealogía de los saberes es que la primera se coloca en un eje que es, a grandes rasgos, el eje conocimiento-verdad, o que va, en todo caso, de la estructura del conocimiento a la exigencia de la verdad. En cambio, la genealogía de los saberes se coloca en un eje del todo diferente, el eje discurso-poder o bien, si se quiere, práctica discursiva-choque de poder.” También: “La reversibilidad táctica del discurso es una función directa de la homogeneidad de sus reglas de formación. La regularidad del campo epistémico, y la homogeneidad en el modo de formación del discurso, es lo que hace que éste sea utilizable en las luchas, que son, por su parte, extradiscursivas.”

domingo, 19 de junio de 2011

Breve explicación de porqué esta revolución es necesaria

1. Porqué esta democracia se ha convertido en ilegítima

Un sistema se convierte en ilegítimo cuando la oligarquía que gobierna olvida sus deberes ciudadanos y abusa del poder depositado en sus manos para aprovechar a la minoría poderosa.

En nuestro sistema se han producido dos tipos de abuso:

1. Los abusos que nos condujeron a la crisis,

2. las medidas abusivas para “sacarnos” de la crisis.

Una cuestión debe quedar clara antes de continuar: el poder reside en el pueblo. Por tanto, el pueblo no necesita tomar el poder. El pueblo sólo necesita barrer de las instituciones a los que han secuestrado la soberanía popular.

Esta crisis no habría sido posible ni habría tenido la intensidad que tiene sin el sistema partitocrático consagrado por las instituciones nacidas de la Constitución de 1978 (Véase el art. 6). El voto encubre la nula capacidad de decisión real de la ciudadanía. Las elecciones no son más que un cheque en blanco para el partido que gana o termina por gobernar. Los ciudadanos no eligen a sus representantes, los eligen los partidos. Los ciudadanos no tienen posibilidad de pedir responsabilidades a estos representantes de los partidos, ni mucho menos revocarlos si su actuación es contraria al bien común o bien excede el mandato depositado en ellos por el conjunto de los electores. El actual sentimiento de impunidad de la casta política ante los numerosos casos de corrupción es total. Las listas electorales de los partidos están plagadas de imputados en casos de corrupción. No hay la más mínima posibilidad de revocarlos.

La partitocracia anula la separación de poderes.

A los candidatos los eligen los partidos.

Los candidatos se instalan en el Parlamento.

El parlamento elige al Presidente del Gobierno y este nombra a su vez al gobierno.

El parlamento legisla en función de las necesidades del gobierno, es decir, siguiendo consignas partidistas. No hay separación de ejecutivo y legislativo. El Ejecutivo debería ser una simple comisión ejecutiva sin lazos con el poder legislativo. El parlamento nombra a algunos jueces. En determinadas instancias judiciales no hay separación de poderes ni la más mínima independencia.

Este esquema favorece al connivencia entre la casta política y las oligarquíaas financiero-empresariales. El pueblo carece de todo mecanismo de control. En el ámbito municipal la corrupción está institucionalizada.

Las medidas adoptadas para favorecer la salida de la crisis combinan, lo peor de los dos mundos.

En un sentido keynesiano, se usaron los fondos públicos para rescatar a los bancos en quiebra. A continuación, se implementaron medidas neoliberales de control del gasto público y flexibilización del mercado laboral, en lo que supone la peor expropiación de bienes y derechos ciudadanos desde el siglo XVIII, o cuando menos desde la abolición de los señoríos jurisdiccionales en 1840. La crisis provocada en comisión por políticos, banqueros y empresarios corruptos se pretende solucionar con la expropiación del pueblo. Los que se han adjudicado todo el beneficio en estos años de burbuja nos dicen ahora que si queremos mantener nuestro nivel de vida debemos trabajar más y ganar menos. Lo dicen en un país donde lo normal es no pagar las horas extras.

Todo esto transforma en ilegítimo el actual poder constituído. El régimen surgido de la Transacción entre la oligarquía de la vieja dictadura y la partitocracia es manifiestamente antidemocrático. Una verdadera democracia necesita separación efectiva de poderes, participación directa del pueblo en la toma de decisiones, abolición de los privilegios de la casta política, mecanismos de evitación de la profesionalización de la política, mecanismos de recusación de servidores públicos indignos, etc. Y lo que es más importante, capacidad de rechazar leyes que estén siendo discutidas en el parlamento mediante iniciativa popular inapelable. Algo muy importante también es la prohibición taxativa de gobernar por decreto a no ser en casos de extrema emergencia pública, como grave desastre natural o agresión militar exterior o interior; por ser éste el principal mecanismo que materializa la fusión de los poderes ejecutivo y legislativo.


2. Qué pasos se deben seguir una vez identificado el problema y consensuada la solución

Ahora que el pueblo está en la calle es necesario transformar este levantamiento en un poder constituyente. Hay distintas maneras de hacer esto, unas más dificultosas que otras. La respuesta del poder constituído al movimiento ya ha quedado más o menos clara: represión y criminalización. Ello era de esperar, es la reacción típica de todo poder constituído ante la emergencia de un nuevo poder constituyente. No sabemos hasta qué niveles de represión y criminalización se atreverán a llegar. Supongo que cuando más avance el movimiento más intensidad adquirirán. Entiendo que es necesario tener un plan de emergencia en caso de que el Estado decida suspender las libertades civiles y cerrar las redes de conexión ciudadana: concentración y huelga general indefinidas hasta que se restablezcan las libertades, como ocurrió en Egipto. Es normal que estén nerviosos todos: políticos, periodistas, empresarios …; esta hola democrática está destinada a barrerlos. La respuesta va a ser dura y hay que contar con esa dureza.

El problema es cómo hacer la reforma. Hay varias vías:

1. Que el parlamento asuma las reivindicaciones del pueblo. Cosa complicada. Ningún poder se suicida a cambio de nada.

2. Un referéndum para la reforma política.

La segunda opción parece más natural. Pero sigue habiendo problemas. Convocar un referéndum presupone tener lista una propuesta de mínimos. Esta propuesta ya ha sido elaborada en la calle. De ganarse la consulta habría que convocar elecciones generales inmediatamente. El parlamento recién elegido automáticamente debería proclamarse en Asamblea Constituyente con el objetivo único de redactar una nueva Constitución. Es imposible que la constitución vigente con todos sus vicios pueda acoger una reforma del calado que necesitan nuestras instituciones democráticas.

A continuación vendría el paso más complejo de dar: la nueva constitución no tiene más remedio que ser republicana. Ello por dos motivos esenciales:

1. Si se quiere construir un régimen verdaderamente democrático es necesario erradicar toda laguna del Estado de Derecho. El Título II debe ser borrado por completo. La Corona es la mayor laguna y la mayor fuente de arbitrariedad de nuestro Estado de Derecho. Ninguna democracia que se precie puede tolerar algo semejante.

2. La monarquía actual es la base del régimen que sanciona la Constitución de 1978, no podemos mover a una sin que se tambalee la otra.

Dicho esto, no veríamos con buenos ojos un régimen republicano presidencialista a la francesa; optaríamos mejor por un sistema de consejos a la suíza.

El liberalismo y las malas compañías que lo perdieron

En primer lugar, entiendo que la crisis económica ha dado paso a una crisis social y finalmente política. A riesgo de simplificar muchísimo, sería este el contexto en que nos movemos.

Me refiero a continuación a lo que llamaría "el discurso liberal o neoliberal oficial". No se trata en ningún caso de lo que hayan dicho los pensadores liberales, ni los teóricos, los economistas o los comentaristas. Sería algo bastante más sencillo y simple a la vez. Serían esas dos o tres recetas que los organismos económico-financieros supranacionales vienen recomendando a los gobiernos desde la crisis del 73 y que se han venido implementando con mayor o menor profundidad en USA y Europa desde principios de los 80. Se trata fundamentalmente de tres:

1. Control de la inflación

2. Control del déficit público.

3. Flexibilización del mercado laboral.


Estas tres recetas han sido aceptadas y aplicadas por todos los gobiernos europeos occidentales desde hace 30 años, con mayor o menor profundidad, con mayor o menor extensión; sin importar el color del gobierno. Se puede decir que todo partido político europeo ha practicado estas medidas una vez ha estado en el gobierno.

Este ha sido también el discurso aceptado por el poder empresarial (solo que ellos hacen hincapié en el tercer punto). Estas recetas, por último, han sido predicadas sobre todo como remedio en tiempos de crisis.

Vayamos ahora al contexto español y miremos a lo que ha pasado aquí en la última década. Resulta que todas las empresas exitosas españolas, sobre todo las más grandes, tienen fuertes lazos con el Estado a través de los gobiernos tanto central como autonómicos. Me refiero sobre todo a las financieras, ingenieras, energéticas y por supuesto las inmobiliarias (el caso de las inmobiliarias y el poder municipal es paradigmático). Las empresas de diseño pienso que se salvan en lo esencial de estos tejemanejes.

Bueno, pues iba a lo siguiente: la paradoja es que esta clase de empresariado, por un lado es cuasi dependiente del poder y ,por otro, hace del discurso liberal su bandera.

Ahora traigamos a colación el origen de la actual crisis política. Una crisis económica (me ahorro enumerar sus elementos, de todos conocidos) cocinada en el tejemaneje del poder político y el empresarial. Unas recetas que cargan el esfuerzo sobre todo en el ciudadano corriente. Un ciudadano corriente que se da cuenta del truco y dice no. Lo interesante de esta crisis es que la gente ha sabido de primera mano, por haberlo sufrido en sus carnes, lo peligroso que es que los partidos tengan un cheque en blanco en las urnas. Se han dado cuenta de que toda esta catástrofe económica y social es en buena parte causada por la falta de controles democráticos al abuso entre el poder político y el empresarial. Y ahora esa gente reclama la reforma del sistema y se echa a la calle. La gente decide por un lado no aceptar las medidas que suponen recortes a sus derechos y por otro reclamar un cambio en los mecanismos de decision democratica que han permitido la connivencia entre partidos politicos y poder inmobiliario y financiero.


El papel de la izquierda. Suele confundir el liberalismo con el discurso liberal que hemos caracterizado. Lo mismo le pasa a buena parte de la ciudadanía que rechaza recetas que considera injustas por impuestas por los propios culpables de la crisis.

La consecuencia es que toda esta evolución de las cosas puede dar al traste con el liberalismo más racional o progresista y no se yo si eso es bueno. Las malas compañias del liberalismo y una época manifiestamente propicia para el keynesianismo pueden hacerlo desaparecer de escena durante muchos años. Por malas compañías entiendo: Bush, Enron y el empresariado currupto, Esperanza Aguirre, el Tea Party americano, la ultraderecha TDT española, el periodismo ultramontano, el caciquismo y la oligarquía, Botín y otros muchísimos compañeros indeseables de viaje para todo liberal que se precie.

Por qué entiendo que estamos entrando en tiempos keynesianos? A lo mejor lo explico otro día.

domingo, 5 de junio de 2011

La inevitabilidad del colapso

Mucho se ha escrito acerca de lo que significa pueblo y lo que no. Lo que ha pasado en Túnez y Egipto nos puede dar una idea. Muchos hablan y establecen un paralelismo con los acontecimientos que terminaron con el muro de Berlín y el comunismo en la Europa del Este a partir de 1989. Yo pienso, sin embargo, que el proceso en el mundo árabe es diferente por dos o tres razones básicas. La primera, lo inesperado del acontecimiento. Si bien es cierto que cuando se inicio el movimiento de 1989, muchos hablaban de que era algo impensable meses atrás, no es menos cierto que era algo predicho, buscado, preparado y negociado hasta la saciedad por la diplomacia occidental: Reagan, Thatcher, el Papa … Los llamados disidentes eran poco menos que dioses en Occidente: Universidades y Fundaciones se los disputaban a la hora de ofrecerles puestos y financiación. En el caso actual de las revoluciones árabes, Occidente solo puede jactarse de haber soportado a los dirigentes hoy caídos, elogiados como puntales de la estabilidad en el mundo árabe y freno al Islamismo radical. Otra diferencia fundamental en mi opinión es que, mientras que en la caída del comunismo, las elites y las personalidades “disidentes” jugaron un papel básico, en la revolución árabe, por el contrario (y a pesar de los intentos de algunos por acaudillarlas y colocarse a su frente aprovechando la onda iniciada por el pueblo), ha sido esencialmente este el que ha empezado y conducido todo el proceso, mientras que los Elbaradei y demás arribistas apenas han tenido eco en el proceso mismo a pesar de que parte de la prensa occidental (El País ha tenido en esto un protagonismo esencial) ha procurado por todos los medios presentarlos como los llamados a dirigir el “proceso de transición”. Una vez mas, y gracias a Internet, han sido los periódicos los que han ido a remolque de los protagonistas y no al revés, como solía ocurrir hasta ahora. Han sido los periódicos los que se han nutrido de la información aportada por los protagonistas y no estos los que se han inspirado en la información aportada por la prensa, como sucedía de aquí para atrás. Quizá el único paralelismo real estribe en la reivindicación de unas mejores condiciones de vida a través de un cambio político.

Lo paradójico es que la primera revolución de la era de Internet posibilita los medios para que el cambio no se deposite meramente en las manos de las elites encargadas de realizar la supuesta “transición”, sino precisamente para todo lo contrario, para que sea el pueblo el que fiscalice, examine y valide el propio proceso. Por razones obvias esto no fue posible en 1989. Una de las muchas cosas que esta en cuestión hoy dia es la democracia representativa en si, nuevas formas de fiscalizar el poder depositado por los ciudadanos en los parlamentos han aparecido sin que nadie las esperara y su importancia no hará mas que aumentar en los próximos anos. La idea de que “democrático” es todo aquello que cumple una determinada formalidad dentro de los sistemas parlamentarios hoy dia consolidados tiene los días contados.

Que clase de inspiración puede obtener la juventud europea de lo ocurrido en el Magreb? Permitirán los jóvenes europeos a sus gobiernos implementar las medidas de recorte que exigen las instituciones financieras a los estados para pagar sus deudas? En primer lugar, habría que distinguir en Europa dos zonas, el Mediterráneo y el centro y norte. En el centro y norte de Europa aun queda un cierto margen de maniobra (a excepción del Reino Unido e Irlanda), la crisis no ha golpeado tan fuerte y el problema de la deuda es menos acuciante. El Mediterráneo será otro cantar. Los jóvenes de España, Italia, Grecia y Portugal tienen un ejemplo demasiado reciente de algo que es ya sabido históricamente: cuando el pueblo no transige, las decisiones tomadas por los gobiernos y refrendadas por los parlamentos (donde esta la separación de poderes?), carecen de efectividad alguna. Ahora el gran obstáculo que enfrentan estos países para cumplir el programa de ahorro estatal exigido por los bancos internacionales es su propia juventud activa; si llega un dia en que los jóvenes digan “no”, los gobiernos no tendrán mas remedio que buscar alternativas y es perfectamente esperable que, como ha ocurrido en el Magreb, algún que otro sistema político se vaya al garete. El pueblo europeo concibe los recortes como una agresión sin precedentes a sus derechos y a su futuro. En el Reino Unido la lista es tan exhaustiva y profunda que llega al paroxismo: el gobierno planea vender incluso los bosques públicos, iniciativa que ya cuenta con una plataforma organizada en su contra. Ni en los sueños mas húmedos de Margaret Thatcher se podía vislumbrar algo parecido a lo que esta en marcha. Y, sin embargo, las políticas de la Dama de Hierro abrieron un periodo de conflictividad social que duró no menos que una década mientras que, por el momento, solo los estudiantes han alzado su voz en contra de la medida del gobierno, ya ejecutada, de subir las matriculas universitarias de 3000 libras al año a 9000.

Los gobiernos occidentales, sobre todo Irlanda, Reino Unido y la Europa mediterránea han cambiado, como es de sentido común, por otro lado, un caos seguro por un caos posible. Viendo que la bancarrota del Estado nos aboca a un caos seguro, se han visto obligados a ahorrar para que no aumente la deuda (gastar menos e intentar ingresar mas) y a emplear mas recursos en pagar a los bancos (destinar a este menester partidas antes dedicadas a protección social, por ejemplo) para intentar reducir esa deuda en la medida de lo posible. El problema es que nadie sabe si este plan va a terminar funcionando, puesto que ha de contar con el pueblo y esta demostrado, y lo del Magreb no es mas que un ejemplo, que el pueblo en situaciones como las que vivimos no es nunca una baza segura. La posibilidad del caos cada vez es menos virtual y con ella la inevitabilidad del colapso.


Publicado en burbuja.info 13/02/11

El Estado de la deuda

En 1993, en una Tierra enteramente iluminada por las luces de la racionalidad económica y la democracia liberal, con el marxismo recién difunto, Derrida decidió escribir un libro sobre Marx que tituló Espectros de Marx. En él proponía una lectura hamletiana del marxismo (sorpréndanse o dejen de hacerlo: el capital es también un libro sobre Shakespeare). El mensaje venía a ser: habéis enterrado a Marx, a ver qué tal se os da lidiar con sus fantasmas. El libro se abre con una emotiva dedicatoria para Chris Hani, líder del partido comunista sudafricano y miembro del ANC de Mandela, que había sido asesinado pocos meses antes por un inmigrante polaco perteneciente a la ultraderecha, como intento de dinamitar las negociaciones para terminar con el Apartheid. (Recientemente, el tiránico líder de la ultraderecha bóer fue asesinado por dos de sus trabajadores, generando una ola de júbilo entre los jornaleros negros de su plantación). La dedicatoria por sí misma merece dedicarle tiempo. Está escrita en un momento de triunfo (la Historia se había terminado, culminado). Los protagonistas procedían de lugares inciertos. Un inmigrante polaco, recién se había sacudido el yugo del socialismo real. Un comunista negro, africano, bajo el yugo del apartheid. Probablemente el inmigrante polaco sentía algún tipo de legitimidad al actuar contra un "co-responsable" de la tiranía sufrida en su carne. Trágica abstracción que el paisaje sudafricano no pudo remediar. ¿Cómo iba a ser lo mismo el comunismo del negro que el del polaco? Una confusión de relatos. Madres que hacen cola ante tiendas vacías. Las tiendas estaban repletas, pero no para nosotros. "Un nombre por otro", reza la dedicatoria", un hombre por otro. La época estaba fuera de quicio, los fantasmas tomaban la escena. Había culminado lo que empezó durante los años de invierno de los primeros 80 (Guattari), thacherismo, reaganomics... y ahora ese culmen ha estallado en la deuda. En el medio, el estado de excepción universal decretado en la Usa Patriot Act*, que si sirvió para un roto, bien podría servir para un descosido. "El trabajo del duelo, el estado de la deuda y la Nueva Internacional", subtítulo del libro. El triunfo era demasiado arrollador, incluso para Derrida. La cuentas pueden saldarse, la deuda es una incógnita. Los políticos europeos están apunto de contraer una deuda infinita con la sociedad, evito escribir "ciudadano" o "ciudadanía" a propósito. El fantasma siempre busca saldar un agravio. La deuda es el espíritu de la época, el fantasma.


Gran alegría el mensaje de ayer de Godard: «Queridos amigos: debido a problemas de tipo griego no podré ser vuestro invitado a Cannes. Amistosamente, Jean-Luc Godard».


*342 páginas con este encabezamiento: "To deter and punish terrorist acts in the United States and around the world, to enhance law enforcement investigatory tools, and for other purposes." "Y para otros propósitos".


Publicado en mesetas.net 19/05/10